– ¡Pues muy bien! Ya estoy cansada de tus reproches… ¡para el coche que me bajo aquí mismo!

-Pero Carmen, no digas tonterías, ¿sabes dónde estamos?

-No tengo ni idea, pero me iría a Júpiter con tal de no estar a tu lado.

– ¿Con el frío que hace en Júpiter?  Si está habitado: ¿Qué crees que te harán? ¿Eres consciente de la cantidad de bacterias que llevas contigo?

-No me vengas ahora con tus sandeces.

-De verdad, el problema ya no es tu aspecto o tu piel color cetrino (que, por otro lado, me encanta) la cuestión son tus bacterias.

-Y si el problema es microscópico, ¿porque hablas de mi tono de piel?; sabes de sobra que es el verano, que me saca el color de mi abuela.

-Tú eres la primera que no lo acepta, o ¿te crees que me gusta que vayas por la alameda paseando con chaqueta en pleno agosto?… ¡Que la gente te mira Carmen!

-A ver Antonio, es que parece que no te enteras, que en tu pueblo hace frío, que me aterra cuando te da por ir en semana santa, que no me adapto, que no es normal…

-Pues las mujeres de mis amigos no se quejan…

-Es que son de Soria, de Molina, o de ¡Tortuera! 

-No todas, que Ivanna es rusa.

-Pues eso, que en Maranchón hace frío, y… ¡soy de Murcia!

-Carmen te quiero mucho, casi tanto como a mi pueblo, pero si no paras, doy media vuelta.

-Y haber sacado mis jerséis para nada, ¡ni hablar!; además hoy es el pregón, mañana he quedado para ir al camino rojo, y la verdad me apetece mucho dormir con manta. 

-¡Es verdad, bendito agosto! Baja la ventanilla, ya huele a sielva.

-Sí, que gusto. Antonio, ¿estás llorando?

Cristina Tello García

Ir al contenido