Año 1585. Partimos hacia Zaragoza, a la boda de mi hija Catalina con el duque de Saboya. Un camino largo y pesado. Hacemos un alto en un pueblo llamado Maranchón. Estoy bastante cansado y, mientras mi séquito se ocupa de la estrategia yo descanso en una arboleda que aquí llaman alameda.
Tengo mucho sueño y, creo…
Felipe, soy Júpiter. No vengo a turbar tu sueño, solo quiero que veas cómo tus descendientes pasaron por aquí . Tu nieto Felipe IV, “El Rey Planeta” pasó una noche en Maranchón. El príncipe Baltasar Carlos. Entre sollozos y silencio llevaron su cuerpo, sin vida, desde Zaragoza hasta su destino, El Escorial. Hicieron noche en Maranchón.
Tu dinastía, los Austrias se terminó con Carlos II y, tras la Guerra de Sucesión vino a reinar a España Felipe V en 1701, el primer Borbón. No se adaptó mucho a España. Él también pasó por aquí.
Una de sus hijas, María Fernanda de Borbón, pasó noche en Maranchón de viaje a Turín, para casarse también. No sé, pero creo que este pueblo debe tener unas noches muy gratas.
¡Nevando! Carlos III se encontró una nevada cuando vino a España para ser su rey desde Nápoles en 1759. Tuvieron que pasar mucho frío, ¿no?
Barcelona fue el destino de Carlos IV, gran aficionado a los relojes, en 1802 para recibir a la princesa, futura esposa de su hijo, el príncipe Fernando VII, la princesa María Antonia de Borbón dos Sicilias.
Despierta, Felipe, debes reanudar el camino. No te acodarás de este sueño.
¡Pobre monarca! Tan cansado estabas que no te has percatado que has dormido bajo el sol, sin ninguna protección sobre tu rostro.
Me voy Felipe II ; te dejo con tu semblante cetrino, melancólico y prudente.
¡Adiós «Rey Prudente»!
Yolanda Fernández Gaitán