Fiestas arraigadas
Maranchón
Nuestras fiestas
La descripción de las festividades, así como las particularidades en sus celebraciones en el ámbito de nuestro pueblo (Maranchón), han sido recopiladas, agrupadas o adaptadas, en su mayoría, de los artículos que a lo largo de los años han ido escribiendo los colaboradores de la revista de la Asociación. En ocasiones también hemos solicitado la ayuda o colaboración de sus mayordomos, y puntualmente de internet.
Nuestra señora Virgen de los Olmos
Según dice la tradición, La Virgen de los Olmos se apareció en el siglo XII (hacia 1114) a un pastor del pueblo, en lo alto de una sabina, llevando en la mano un ramo de olmo, de ahí su denominación.
La Virgen de los Olmos en el recuerdo (celebración de la fiesta)
La eras en pleno auge de trilla y ablentado, eran testigos del deambular de la gente camino de la ermita, que auguraba el comienzo de la primera novena en honor de Nuestra Patrona, La Virgen de los Olmos. La devoción que siempre ha sentido todo el pueblo y gran parte de los alrededores ha hecho que sea una festividad de ferviente celebración.
Así, la notable cantidad de gente que subía llenaba por completo las naves central, laterales y el coro, incluso había gente que abarrotaba la entrada quedándose fuera por no poder acomodarse en el interior ni siquiera de pie.
Los feligreses portaban un librito, llamado novenario, en el que se reflejaban oraciones y cánticos (gozos) en honor de La Virgen para cada uno de los días de novena. Los cánticos eran acompañados por las notas que del órgano de la ermita salían.


En el exterior de la ermita, dentro del recinto arbolado de la misma, retozaban algunos zagales jugando al “esconderite”, subiéndose al pozo que daba cobijo a la pica del pararrayos o bajando y subiendo por las escalerillas que proporcionaban un acceso poco seguro al exterior de la valla del jardín de la ermita. Otros niños vendían endrinas curadas en agua de sal a perra chica la jícara – y con “cagute” -, haciéndole competencia a Elías que desde Tobillos venia por estas fechas a sacarse unas perrillas con ese mismo negocio. Era costumbre en estas fechas que los niños fumaran cigarrillos de sielva, de hojas secas, “palo fumeque” o de anís (estos últimos aparecieron más tarde).

El último día de novenas (6 de septiembre) ya había baile. Los mozos alargaban la fiesta hasta el amanecer del siguiente día (7 de septiembre, vísperas) para ir a esperar a los toros que por la vega, bajando por el antiguo camino que a media ladera recorría el “altollano”, llegaban a la puerta trasera de la plaza. En vísperas también se iba a rezar a La Virgen y por la noche al baile.
El día grande (8 de septiembre) empezaba con una diana matutina, a media mañana La Misa Mayor en honor de Nuestra Patrona La Virgen de los Olmos, que vistiendo sus mejores mantos y joyas, lucía más hermosa y resplandeciente, para llenar de gozo a sus incondicionales devotos. Por la tarde volvía a haber toros y baile hasta bien entrada la noche.
Durante estos días proliferaban confiteros, el tío Escolano de Alcolea, la tía Nicanora de Maranchón, y barquilleros que alegraban a pequeños y mayores con barquillos, confites, chupones, mixtos, bombetas y rifas con cartas.
El nueve seguía la fiesta con misa de difuntos, toros por la tarde y baile por la noche. Y el último día (10 de septiembre) se merendaba en las peñas y se acababa con baile.
Recientemente, y como consecuencia del despoblamiento de la villa, se cambió la fecha al último fin de semana de agosto, se perdieron las costumbres de la venta de endrinas y la de fumar de los niños (esta última costumbre fue bueno perderla), y la fiesta sigue con algunos cambios en su celebración, pero sin que se haya perdido la devoción de los maranchoneros por su Patrona, La Virgen de los Olmos.
San Pascual Bailón
Nació en Torrehermosa en el seno de una humilde familia, un 17 de Mayo de 1.540. Murió 50 años más tarde, el mismo día del mismo mes. Siendo todavía pequeño, tenía siete años, tuvo que ayudar a su familia como pastor. Diecisiete años estuvo guardando el ganado, hasta que a los veinticuatro ingresó como hermano lego en la Orden Franciscana en el convento de Nuestra Señora de Loreto (Valencia).
Renunció a la herencia que su dueño quería legarle y desde su ingreso como hermano franciscano vivió la virtud de la pobreza sirviendo a sus hermanos en los trabajos más humildes de la comunidad y en los oficios más sencillos: hortelano, cocinero o portero.
Concluidos sus trabajos gusta dedicar largo tiempo a la que le era la más grata de las labores: la oración. «Pasaba todo el tiempo posible en adoración ante el Santísimo sacramento», escribe su Superior.
A veces eran tan grandes los impulsos de amor y alegría que le inundaban en su oración que le llevaban a danzar ante la admiración y sorpresa de los que le observaban.
Tras ocho días de enfermedad, Pascual, entregó su vida a Dios.

Talla de San Pascual
Talla de San Pascual Bailón, imagen barroca de la escuela castellana (siglo XVII) en maderapolicromada-estofada. Autor anónimo.Alto 105, ancho 60, profundidad 40.

San Pascual en el recuerdo (celebración de la fiesta)
Al son del tambor y al son de la gaita, siempre ha sido San Pascual una de las fiestas más bulliciosas y celebrada, como agua de mayo, en nuestro pueblo. Tal vez sean estas notas musicales, junto al constante trajinar del ir y venir del santo de la iglesia a la plaza, lo más característico de esta fiesta, que -para bien finalizar- siempre terminará con aquel grito de: ¡viva San Pascual!
Aunque los actos comienzan siempre la víspera, con toques de campanas y rezos ante su altar -y antes a su humilde peana, cuando ni altar tenía- algunas cosas (y no sólo las fechas) han cambiado de ayer a hoy. Antiguamente todo el gentío salía al camino de Clares a esperar los gaiteros, que venían de Labros e Hinojosa (de la parte de Molina, que eran los que mejor sabían tocar «el Pollo»). Con ellos dábamos una vuelta al pueblo, empezando ya la gente a bailar «el Pollo» por las calles.
Al salir de la iglesia, en la plaza, se volvía a bailar; pero la cosa no quedaba ahí, después de merendar o cenar -y tras siete meses de duro invierno- la gente volvía a salir de noche a bailar al son de la gaita y el tamboril.
El 17 de mayo, festividad de San Pascual, la población acudía en masa, recorriendo el itinerario de la plaza a la iglesia junto a los gaiteros, a oír misa y encomiástico sermón, pues nuestro santo patrón era y es muy querido, por su ejemplo de humildad, pobreza, caridad y común unión con el Señor (a través de la oración y el santísimo sacramento).
Tras adorar la reliquia del santo y al salir de misa se subastan hoy como antaño los rollos en la puerta de la iglesia y tiene lugar poco después la rifa del cordero en la plaza. Por la tarde todos acuden a la procesión y era entonces la ocasión para pedir al santo no buenos tratos, buenas crías (hemos de recordar que por haber sido en su juventud pastor en un pueblo tan cercano como Torrehermosa. San Pascual es patrón de pastores), ni buenas cosechas. En vez de pedir favores, lo que se hacía era agradecer y cumplir promesas hechas al santo, ora algún dislocado o los sanados en trance de muerte.


Algunas coplas, que se cantan, como aquella de: ¡Viva San Pascual, que me ha curado «la pata»! ¡Viva San Pascual, que me la ha vuelto a curar!, no sólo resultan alusivas, sino vivas muestras -al bailar el Pollo- de que el tullido podía volver a brincar.
Al día siguiente, «San Pascualillo», continuaba la fiesta, la música con la dulzaina en la calle y los dulces -en todas las casas se hacían rosquillas-. Los confiteros instalaban sus mesas desde el primer día en la plaza, ofreciendo turrones y almendras garrapiñadas, y allí tenían lugar todos los actos lúdicos de esta fiesta mayor, que entonces con razón se llamaba así, pues duraba cuatro días.
El día 19 el Mayordomo cedía todo el protagonismo a los jóvenes y a los matrimonios, que seguían con la fiesta y con la rifa, regalándose caramelos y nueces a la chiquillería.
Este repaso festivo no puede olvidar la fervorosa devoción del pueblo de Maranchón a San Pascual, celebrada, sin embargo, como una auténtica festividad eucarística (eucaristía significa acción de gracias). Por eso se comulga y compagina tan bien estos días la procesión y los gozos -en que todo es admiración, todo es respeto-, con el baile del Pollo y la música –en que todo es respeto, todo es diversión-.

No en vano es nuestro santo patrón, además del más celebrado, el más cercano (Torrehermosa está a menos de 30 km. de Maranchón) y muchos son los maranchoneros que estos últimos años hacen muchos más kilómetros y se tienen que ir la tarde de San Pascual a sus respectivos lugares. Se van, no obstante, alegres y alimentados de su pueblo, con su «Pollo» bailado, sus rollos comidos y otras pastar que guardan para el camino… Y es que pocas cosas hay que alimenten más que volver a casa para San Pascual.
Costumbres y Tradiciones
Patrimonio
Maranchón posee un urbanismo muy bien planificado hace trescientos años y un casco urbano muy bien conservado, con gran número de elementos característicos