Costumbres y Tradiciones

Maranchón

La Cruz de los Quintos

 

Sacar a la calle la cruz de los quintos era una tradición que se repetía cada Febrero haciéndose coincidir con la festividad de San Blas.

La cruz de los quintos era una estructura de madera cubierta con bandas rojas. Los quintos que cada año eran reclamados para cumplir el servido militar la paseaban por el pueblo. Pedían por las casas y los bares cualquier tipo de alimento: gallinas, conejos, vueltas de chorizos y longanizas, botellas y todo aquello que la generosidad de los vecinos les permitiera recopilar y lo colgaban en la cruz. El gallo, vivo, se colocaba en lo alto de la estructura y los conejos colgaban de los extremos. El resto de los alimentos se distribuían por la cruz. El brazo horizontal lo ocupaban los roscos de pan que elaboraban las quintas y en los que se exhibían jubilosos «vivas» a los quintos del año correspondiente.

Esta cruz, con todo su contenido, se llevaba a cuestas, seguida con un cesto que contenía el resto de los alimentos que no cabían en la misma, a la ceremonia de bendición de los alimentos que se celebraba con ocasión de San Blas. Una vez acabada la misa, entre cánticos y risas, los quintos se marchaban a una casa del pueblo que habían alquilado previamente. En ella pasaban los días sucesivos organizando juergas y comilonas y rondas a las quintas, hasta que se acababan los alimentos recopilados.

Esta tradición decayó a la vez que lo hacía el número de jóvenes del pueblo. Probablemente desapareció hacia los años 60.

A continuación transcribimos algunas coplas que acompañaban las rondas de los quintos.

Los quintos han sorteadoy ya muy pronto se iránse los llevan a la guerraquién sabe si volverán. Llorad hermosas («casposas» tradicionalmente)llorad por mi,porque los quintos se van a ir. Morena mía que guapa eres (Estribillo)La más bonita de las mujeres. Ya se van los quintos madresya se va mi corazónya se van los que tiraban

Las madres son las que lloranque las novias no lo sientense van con otros al bailey ríen y se divierten.
He caído quintomi madre lloray a mi morenala dejo sola. Ella me dice (por su madre)no seas tontoque los tres añosse pasan pronto. Y ella me dice (Por su novia)la descaradacuando tú vuelvasya estoy casada.

Pagar «La Manta» 

Con esta expresión se hacía referencia a una tradición por la que cuando un forastero se casaba con una moza del pueblo, éste estaba obligado a pagar un canon al grupo de mozos que lo solicitaban yendo a rondar a la casa de la novia.

Este tributo, podía consistir bien en un invite a la puerta de la casa de la familia de la novia, compuesto de bebida y viandas de diferente índole, o, en otras ocasiones, el novio (ya marido) les entregaba un dinero con el que se iba a la taberna o bar de turno y se pedía bebida hasta acabar con lo entregado como pago de la manta.

Siempre hubo quien no conforme con esta costumbre se negó a pagarla, lo que le supuso un quebradero de cabeza por la cacerolada nocturna que le dieron o por el sin fin de mal humorados que dejo y el mal de ojo que pudieron echarle.

El origen de esta costumbre bien pudiera estar en el hecho que se daba en el medio rural de que la nueva pareja se fuera a vivir al pueblo del marido, que es donde se solía encontrar el terreno de labor del novio o del padre de este, o el atajo de ovejas, cabras o cualquier tipo de ganado que les daría de comer, con lo que se perdía a la mujer y los hijos que tuvieran, disminuyendo en cierta medida las posibilidades de aumentar la pequeña sociedad rural, y obligaba a algunos mozos casaderos a buscar novia en pueblos cercanos o emigrar del suyo.

Jueves Lardero o Jueves Jovelardero 

La palabra Lardero viene del latín “lardo” (tocino) y “lardarius” (tocinera – despensa-) y da nombre a la fiesta que se celebra el jueves de carnaval  o jueves de carnestolendas  y es el anterior al Miércoles de Ceniza. 

Jueves Lardero o Jovelardero es una fiesta típica de muchos pueblos y que en el nuestro lo celebrábamos especialmente los niños y adolescentes yéndonos para todo el día a una casa o cuadra que el familiar de alguno de nosotros había dejado para tal evento, con la cesta o tartera que nuestras madres llenaban con un surtido de longaniza, lomo o torreznos, que en manteca se habían conservado desde la matanza. A estas viandas podía acompañarle algún huevo frito o cocido y un cantero de pan u hogaza junto a las típicas rosquillas de Jovelardero cuyo nombre tomaban de la misma festividad. 

La ilusión que teníamos por la llegada de esta fiesta era porque los padres nos dejaban todo el día a nuestro libre albedrio campando por cuadras y calles a nuestras anchas. ¡Éramos, si cabe, más libres! Como libres de nosotros serían  nuestros padres. 

Sin juguete alguno, jugábamos a cualquier juego que se nos ocurriera y con aquello que tuviéramos a mano, no existía el aburrimiento, si acaso, la cortedad del día que en breve se nos iba.

Patrimonio 

Maranchón posee un urbanismo muy bien planificado hace trescientos años y un casco urbano muy bien conservado, con gran número de elementos característicos

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